Oye ecologista frustrado, tenemos un as bajo la manga

El otro día tuve un ligero ataque de ansiedad al darme cuenta que todo el plástico que alguna vez había usado en mi vida sigue en el mundo. En alguna parte, tal vez de diferente tamaño, de diferente forma, ojalá haya sido reciclado, pero sigue y seguirá. Todo, desde mi primer cepillo de dientes, el globo que le mandé a los reyes magos cuando tenía 6 años, la botella de agua que compre en un recreo en primaria, hasta el plástico en el que llegó la comida que pedí la semana pasada. Me di cuenta y paniqué. Y claro que no se quedó ahí, esa idea me llevó a pensar en el problema de contaminación atmosférica que tenemos, eso al cambio climático y eso a sentirme increíblemente pequeña enfrentándome a una gran impotencia de querer hacer algo y sentir que no puedo. A veces hasta se extraña la ignorancia de no saber la magnitud real del problema.

Pero ahí es cuando me equivoqué. Me equivoqué en dos cosas: la primera es en creer que no puedo hacer nada y en segundo en creer que la ignorancia es la manera de vivir tranquila. Empezaré por la segunda porque considero que es la que tiene una respuesta más directa: el no saber las cosas no evita que sucedan, de hecho el estar enterado te permite realizar cambios hoy que te permitan mejorar la situación de mañana. Y esto último me lleva a la respuesta de mi primera equivocación, sí puedo hacer algo y sí estoy haciendo algo. Cada día trato de mejorar, trato de reducir la cantidad de cosas que creo necesitar y si de plano lo necesito busco alternativas, cada vez hago más comidas a la semana vegetarianas y busco productos con prácticas responsables para mi consumo. Entre muchas más.

Pensando en esto me calmo un rato y me siento satisfecha con lo que está en mi cancha. Y luego 4 billonarios deciden viajar al espacio 11 minutos y emitir 300 toneladas de CO2 directo a la estratosfera y regreso a mi lugar de impotencia. No es justo que los miles de cambios de millones de personas puedan ser borrados por las decisiones de un par. Me enojo, lloro, grito, me frustro y después recuerdo que tengo un as bajo la manga, en realidad todos lo tenemos. A veces se nos olvida que quien le da el poder a estas personas es la suma de todos nosotros. El poder que tenemos como consumidores, como seguidores y como promotores es algo que muchas veces subestimamos. Se que el que yo cancele una suscripción o deje de comprar en un lugar, o le de unfollow a su página no le va a hacer ni cosquillas a una compañía multinacional, pero ¿si millones de personas se indignaran igual? ¿Si millones de personas nos informáramos antes de comprar, antes de seguir o antes de recomendar algo? Tal vez, solo tal vez las personas y empresas de poder pensarían dos veces en qué invertir su tiempo y dinero. Y tal vez, solo tal vez dejaríamos ese sentimiento de impotencia atrás.

Por lo tanto, si ya llegaste hasta acá solo me gustaría decirte algo:

No estás solo, somos muchos los que estamos tratando de hacer el cambio. Sentirte con impotencia, frustrado y apanicado es normal, nos pasa a todos. Sigue haciendo todo lo que hoy ya haces, sea mucho, sea poco, sea más o menos que ayer: gracias, porque todo sirve. Pero por favor agrega a tu lista ser consciente del poder que tienes como consumidor, seguidor y promotor. Así como eliges tus batallas elige a quien le das fuerza y poder.

Blog escrito por María Beatriz Montaño

Ir a la tienda

"Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos pueda cambiar el mundo; de hecho, es lo único que alguna vez lo ha logrado"

Margaret Mead